Maradona ha muerto

"Gott ist tot"
Friedrich Nietzsche




En 1882 Nietzsche escribió en “La gaya ciencia” la frase “Dios ha muerto” (en alemán "Gott ist tot"), anunciando la metafórica muerte de Dios, como la caída del paradigma de la religión y del orden moral que la sostiene. Nietzsche anunciaba el fin de una era basada en las verdades absolutas y el misticismo. Aunque la frase había aparecido antes en la “Fenomenología del espíritu” de Hegel, en 1807, Nietzsche la hizo famosa en su libro “Así habló Zarathustra”, conmocionando los círculos filosóficos e intelectuales de Europa. Con el trascurso de los años la frase fue haciéndose cada más conocida en todo el mundo, hasta llegar a la cultura popular, aunque con interpretaciones de los más diversas y antagónicas.
“Maradona ha muerto” es una sentencia menos difusa, aunque obviamente encarna una metáfora que no refiere a lo puramente coyuntural. Al tratarse Maradona de una persona física y no de un ente conceptual, la frase “Maradona ha muerto” no habla solamente del final de la carrera de Diego Armando Maradona como jugador de fútbol y como (malogrado) director técnico. Habla del fin de algo superior a él, pero que él mismo encarna. Habla del fin de un símbolo.
Maradona es una forma de “divinidad moderna”, un hombre que ha sido elevado al rango de dios menor por la apasionada religión que le propicia la cultura popular, no sólo de Argentina, sino del mundo entero. Maradona como símbolo de divinidad genera tanto adoración como aversión, y ahí esta la evidencia supra-humana de su figura: en el hecho de que nadie puede mostrar indiferencia ante su presencia o su nombre. Maradona se ha vuelto un vocablo sagrado, tanto como lo es Torá, Biblia, Moisés, Mahoma o Jesucristo, pero sagrado no significa que sea digno de veneración para todos, sagrado viene a significar que su sola pronunciación o grafía genera en el otro una evocación de pensamientos simbólicos, superiores al objeto en sí.
Para amor o repulsión de unos u otros, así como una cruz, una svástica o una estrella de David representan ideas y conceptos superiores, Maradona representa mucho más que un hombre nacido en 1960 en un humilde barrio del Gran Buenos Aires que gracias a su habilidad con el balón logró la gloria, fama mundial y un lugar en la historia como el mejor futbolista de todos los tiempos.
Maradona encarna una religión que supera los límites de lo deportivo, porque su símbolo es la exaltación del sueño de los pobres y, sobre todo, es el sueño de los hombres comunes que luchan para alcanzar la gloria y convertir su vida ordinaria en algo extra-ordinario. Maradona es un símbolo de cómo los hombres vulgares -con toda la vulgaridad que él mismo ostenta- pueden convertirse en seres venerables a base de talento, valentía y esfuerzo, con una considerable ayuda del destino que lo “ha elegido a él” entre otros cientos de miles de chicos pobres y talentosos que se han perdido en el mundo y en la historia, sin alcanzar nada.
La religiosidad sobre la figura de Maradona representa en definitiva el culto que los hombres hacemos a aquellos “elegidos” que exaltan las mejores y las peores cualidades de nuestra cultura. Claramente, Maradona es una versión moderna de los héroes mitológicos griegos, esas formas de divinidad materializadas en figuras concretas, con vidas que pueden haber sido reales, pero que están completamente mitificadas. No es difícil pensar que con el transcurso de la historia Maradona tenga un tratamiento similar y su vida, histórica y concreta, vaya mitificándose hasta que con el paso de los siglos las versiones y reversiones de su biografía superpongan realismo con fantasía, hasta que ya no quede más que el mito de un héroe del siglo XX.
Maradona podrá ser odiado o venerado y se podrán escribir miles de libros sobre su vida y su mito, que lo exalten o lo refuten, pero una cosa jamás se podrá negar: Maradona ha sido un héroe del siglo XX, pero no del siglo XXI. Durante los años posteriores al 2000 lo único que se pudo ver de él fue la sombra de un sueño, la fantasía de su mito, el engaño de la ilusión, en definitiva: el ocaso de un héroe.

Aquí está el leit motiv de la frase “Maradona ha muerto”. Aquí está la razón de ser de este epitafio: Maradona ha sido un héroe del siglo XX, quizá el último gran héroe de la historia. Porque una cosa parece evidente, el siglo XXI no necesita de los héroes, los que no han muerto con las últimas décadas del mil novecientos han ido apagándose definitivamente en estos primeros años dos mil. El mundo ya no tiene nuevos héroes, ya no los crea. No se sabe si es porque ya no los necesita, pero, al menos, ya no los reclama.

Maradona ha muerto. Ha muerto el último héroe y con él ha terminado la era de los héroes, de los salvadores de pueblos, de los que hacen leyendas, de los que alcanzan la gloria con actos desesperados sin medir las consecuencias, saltando al vacío. Se han acabado los héroes que solos lograban actos que nadie más había logrado, se acabaron los que ganan peleando solos contra todos. Y se han acabado -seguramente- los caudillos, los cabecillas, los césares, los mesías. Sobre todo, se han acabado los mesías…
El siglo XXI avanza aún más deprisa que el siglo XX, con increíbles progresos en comunicación, tecnología, medicina, astronomía, genética y física. Pero los avances no consisten en simples inventos, sino en amplios programas y complejos proyectos que involucran un equipo de especialistas, incluso multidisciplinarios y hasta transnacionales. Ya no hay un autor, no hay un solo responsable, cada profesional se dedica a una tarea y ni siquiera el director es el merecedor de los créditos. Los avances en el proyecto del genoma humano, los descubrimientos sobre la teoría de los agujeros negros, los progresos en biotecnología, el desarrollo de las energías renovables, la elaboración de avanzados softwares y la expansión de los medios de comunicación, son todos logros del siglo XXI que ningún hombre puede atribuirse individualmente. Todos son logros realizados por equipos que trabajaron en forma conjunta o fueron progresando sobre el trabajo de otros, sin que ni los primeros ni los últimos puedan atribuirse la gloria para sí mismos.
En los deportes siguen apareciendo grandes figuras, pero cada vez más la gloria depende de la estrategia del grupo antes que de los arrestos individuales de los grandes jugadores, que sólo pueden brillar si encuentran el esquema de juego acorde. Ya nadie brilla en soledad, es una era donde lo que triunfa es la fuerza del grupo y en su capacidad para trabajar en conjunto.
El siglo XXI es una era de cooperación, de comunicación, de horizontalidad, de redes descentralizadas donde los colectivos progresan sin la necesidad de líderes dominantes, sin mesías iluminados. Es el triunfo de la pluralidad sobre la individualidad, de la diversidad sobre la homogeneidad, de la inteligencia del trabajo en grupo sobre la fuerza de una voluntad. El mundo progresa a pasos agigantados, aunque sólo veamos el caos de las imágenes y las palabras, detrás de esas redes saturadas de superficialidad hay otras redes más silenciosas y mucho más anónimas que se esfuerzan por el progreso de las ciencias y de las artes.
Maradona ha muerto, ha muerto el último gran héroe, es verdad. Pero su muerte no es tan triste, porque hay una nueva era que está naciendo, un nuevo paradigma que emerge en reemplazo de otro, envejecido. Los héroes abandonan la faz de la tierra, atrás quedan las convulsas tardes de gloria, donde la voluntad y la genialidad se imponían sobre las fuerzas de la naturaleza. Ahora ya no quedan héroes ni mesías, pero los hombres siguen avanzando en la búsqueda de sueños más grandes, que un hombre solo no podría alcanzar jamás…




Rodrigo Conde

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