Vergüenza siento de mí



Vergüenza siento de mí cuando paso horas y horas entre libros, porfiando con los signos, tratando de encerrar en palabras esas cosas vivas y verdes que son las emociones. Vergüenza siento de mí, pálido de tanto ocultarme del sol, de tanto pasar las noches meditando sobre los pormenores de la existencia, filosofando como una rata en una biblioteca. 
Me enorgullezco, en cambio, de haber bailado una vez como un negro, girando alrededor del fuego; de haber gritado sin vergüenza "nadie puede conmigo", entre la risa de mis amigos; de haber corrido descalzo al lado del mar, más allá de la puesta del sol. Me enorgullezco de haber bebido la sal de tu cuerpo; de amarte durante todas las horas que forman el día, cada día que pude tenerte; de llorar bajo tus piernas, de besarte las manos... 
Me enorgullezco también de saber que no moriré tranquilo en mi cama, rodeado de notarios y servidumbre, moriré en la calle, en algún lugar sórdido de los suburbios, o en alguna selva o en algún desierto o en el mar, en el medio del océano, en el último de mis naufragios...



Rodrigo Conde

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