Tim Berners Lee es Dios


“So long as the universe had a beginning,
we could suppose it had a creator”
Stephen Hawking




Tim Berners Lee, nacido el 8 de junio de 1955 en Londres, Reino Unido, se licenció en Física en 1976 en el Queen’s College de la Universidad de Oxford. Trabajó para la CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear, a quienes en 1989 les propuso la creación del programa Enquire, basado en el lenguaje HTML que él creó con su equipo. En ese proyecto de software se establecieron las bases para que más tarde fuera posible crear la World Wide Web, por lo que se considera a Berners Lee como el creador de Internet.
Aunque ya desde los años 60 se venía investigando acerca del trabajo informático en red, sin conceptos como el HTML Hyper Text Markup Language, el HTTP Hyper Text Transfer Protocol y el URL Uniform Resource Locator, desarrollados por Berners Lee, hubiera sido imposible establecer la red mundial de Internet.
Desde el principio la World Wide Web tuvo un crecimiento explosivo: para 1993 los usuarios de Internet eran unas decenas de miles en todo el mundo, en poco más de una década su crecimiento fue tan vertiginoso que para 2006 la cifra había alcanzado los 1.100 millones. Se estima que para 2016 Internet tenga la desorbitante cifra de 2.000 millones de usuarios.
Internet ha crecido en forma prodigiosa,  impulsado por su carácter gratuito, público y descentralizado, hoy en día la red es un universo anárquico en constante expansión, imposible de ser controlado por ninguna corporación o gobierno, potenciando la comunicación global entre millones de personas de todos los rincones del mundo. Su fecundidad no tiene límites y como la explosión de una estrella en el espacio, sus ínfimas partículas se desparraman por el universo. A tal punto ha llegado eso que actualmente ya es técnicamente imposible calcular cuantas páginas web existen, aunque algunos estudios en 2005 señalaban que había 11.500 millones. Otro estudio en 2008 indicaba que la cantidad había ascendido a 63.000 millones de páginas web.
A finales del siglo XX hemos sido testigos del nacimiento de todo un universo virtual, sostenido puramente en códigos e impulsos eléctricos. Se trata de un mundo basado en sus propias reglas, más allá del mundo material, con una existencia que no depende de los usuarios que conforman la red, sino que puede seguir funcionando autónomamente, como una forma de vida externa a las formas de vida que la conforman. Bajo esta perspectiva se puede decir que el hombre ha creado otro mundo paralelo, que vive y crece más allá de la voluntad de su creador.
El astrofísico belga -y sacerdote católico- Georges Lemaître propuso la teoría de que el universo está en constante expansión y que se originó luego de una eclosión primigenia, el llamado “Big Bang”. Bajo esta teoría, la idea de Dios sólo puede ser concebida como un creador del universo, que simplemente “encendió la mecha que luego desencadenaría todas las cosas”. Dios sería la fuerza inicial, pero no el regulador del universo, simplemente porque los elementos que componen el universo generan sus propias causalidades, imposibles de ser predeterminadas por un rector omnipresente. Dios, en este caso, sólo se limitaría a ser un observador omnisciente, que vería con impotencia como su creación vive independientemente de la propia voluntad que la pergeñó.

Si Dios sería el iniciador del universo, su fuerza desencadenante (lo que en palabras de Aristóteles sería el To Theion o primer motor inmóvil), es lícito afirmar entonces que Tim Berners Lee es el Dios de Internet.

Quizá en términos católicos “ser Dios” toma connotaciones titánicas, que se vuelven ridículas si se las aplicamos al viejo Tim, ese universitario londinense fascinado por la tecnología que una vez construyó un ordenador con una soldadora de hierro, circuitos TTL, un procesador Motorola 68000 y una televisión vieja. Ser Dios, en términos religiosos es mucha cosa, pero viéndolo desde la perspectiva del Big Bang la labor de Dios es mucho más modesta, convirtiéndose en la mera mecha de la explosión del átomo primigenio, es más, ni siquiera la mecha: simplemente la chispa que encendió el fuego. Claro, hay que salvar las distancias entre ser la chispa que ha sido Tim Berners Lee iniciado el universo de Internet a ser “la mera chispa” de un universo de planetas, estrellas y galaxias.
Somos ínfimas partículas en el universo, pero con nuestra ínfima inteligencia somos capaces de crear y, en las palabras, en los códigos y en los números que concatenamos, forjamos vida… universos simbólicos que siguen viviendo e interactuando más allá de la existencia y finalidad del que los pensó. Un libro, una pintura o una escultura son entidades simbólicas que continúan generando significados, ideas y pensamientos más allá de los que la propia mente imaginó. Estas simples creaciones trascienden a su creador y ya no importa el autor, ni siquiera la obra, sino su capacidad para mantenerse viva en la mente de los demás.
Así como la literatura, la ciencia y el arte han permitido dejar la herencia de civilizaciones sobre la que se construye otras civilizaciones, Internet es un adefesio que, mezclando lo vulgar y lo intelectual, nos permitirá dejar una forma de vida más allá de la nuestra, que alimentará las futuras generaciones, multiplicando hasta el infinito las posibilidades de cada palabra y cada código, creando universos insospechados, que un Dios no puede adivinar.






Rodrigo Conde

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